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domingo, 3 de febrero de 2013

Habían peleado más veces antes. Ambos lo sabían. 
En los cuatro meses de que llevaban juntos, las peleas habían irrumpido en su relación, ansiosas por poder separarlos. Pero ninguno de los dos se había dejado vencer.
Sin embargo, esta vez había algo distinto. O eso pensaba ella, mientras se iba de la habitación sin dirigir mirada alguna hacia él. 
Pasaron horas sin hablarse, ambos enfadados con ellos mismos. Sabían que el orgullo estaba ganando terreno, y antes de pedir perdón se irían de esa casa.
Ella suspiró. Sus ojos estaban cansados. El brillo en ellos había desaparecido. Si tan solo...
La puerta se abrió rápidamente, y él entró con pasos firmes. Ella le miró de reojo. Él, con ternura y tristeza.
Unos musculosos y fuertes brazos la envolvieron, arrastrándola contra su pecho. Ambos se estremecieron ante ese contacto. 
Ella se dio la vuelta, mirando fijamente los ojos verdes de él. Jades.
Se quedaron observándose, detallándose, durante unos minutos. Ninguno de los dos decía nada. Todo estaba en silencio. Menos sus respiraciones algo agitadas. 
Él dio el primer paso y se inclinó sobre ella, rozando sus labios. La muchacha, ante aquel suave contacto, cerró sus ojos y esperó con impaciencia. Finalmente, estos se juntaron. 
Estuvieron besándose durante varios minutos, hasta que él se separó y se acercó a su oreja, susurrándole un "lo siento". 
Ella sonrió. Él la copió el gesto. 
Ambos sabían que habían tenido problemas, discusiones. Pero... Podrían con todo lo que llegara. 
Sí, estaban seguros de eso. 

1 comentario:

  1. Por desgracia, muchas relaciones acaban por el orgullo. Que a veces es más poderoso incluso que el amor.
    Saludos.

    Luna Plateada

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